Supimos de Karina Sainz Borgo a través de un blog de fútbol. Descubrí en www.eldorsalcatorce.blogspot.com y, especialmente, en Karina, a una periodista venezolana que vive en Madrid, sabe escribir y (lo mejor) sabe de fútbol. Después de un tiempo, nuestro habitual compañero Alberto Sáez tuvo el placer de conocerla, le propuso hacerle algunas preguntas para este blog y aquí está el resultado. Reynaldo Hernández, el mismo Alberto y quien escribe, fuimos los responsables de estas preguntas simples a las que Karina ha llevado a buen puerto.
Juan Sebastian Ibarra
EEA: Juan Villoro dice que elegir un equipo es elegir la manera como transcurren los domingos, que se eligen por un sólido arraigo familiar, llevados por la conveniencia del campeón de turno, o para otros, por una fatalidad regional que decide el destino antes que el libre albedrío y así nace el hincha, al modo ateniense, determinado por la ciudad. ¿Cómo nace esa conciencia de hincha en ti y cómo se maneja cuando se escribe de fútbol?
KSB: A mí, con el fútbol, me ocurrió como las revelaciones. Al llegar a Madrid, en el año 2006, redescubrí el fútbol no sólo como una pasión personal, sino como una manera directa de relacionarme con lo que me rodeaba. Y digo redescubrí porque en Venezuela la relación que se tenía con el fútbol, hace unos años por lo menos, era casi de gourmets. El béisbol siempre ha sido más fuerte como deporte y hace que la relación con el balompié sea más remota. Eso hizo que mi brote de la “enfermedad de fútbol” no fuera tal. En ese entonces, finales del noventa y comienzos de 2000, seguía el fútbol pero sin un equipo. Seguía a Figo, en el FC Barcelona, al Zidane de la Juve y el que reventaría en el Madrid y quizás por ahí vengan los tiros, por Zizou… Es como cuando te preguntan, ¿por qué empezaste a leer? Hay alguien, siempre, un autor que te introduce en la lectura. Uno no se hace amante de la literatura, y de toda la literatura, de un golpe, hay autores que te van introduciendo, de a poco, quizás uno empieza con Baudelaire, porque es la típica edad (suele ser la adolescencia) en la que te crees un “poeta maldito”, cuando maduras, empiezas a apreciar otras cosas… has madurado para leer, por ejemplo, a Ginsberg, que sigue siendo maldito pero ya es un paso más. Con el fútbol pasa lo mismo. Es raro que a uno le guste de primera el fútbol tan vertical de los ingleses, nos conquista más el preciosismo latino. Todo este vueltón que he dado lo he hecho para decir que se necesita un apresto y, en ese sentido, creo que Zidane fue como mi Coetzee. Alguna madurez futbolera había ido gestándose cuando le descubrí. Vuelvo. Entonces, la revelación. Año 2007. El Real Madrid se alza como campeón de la liga. La Cibeles estaba a reventar. Un gran amigo culé, Javier Pereira, y yo, vimos el partido en un bar en Sol. Y fue tal la tensión del partido, el subidón de adrenalina, que bajamos a La Cibeles. Es la primera celebración liguera en la que he estado. Javier, quien siempre me ha dicho que hacerse de un equipo no es sólo una decisión de gusto, sino ideológica, discutía conmigo al respecto. Con ese argumento, Javier me dio los motivos para enfermarme futbolísticamente para siempre. En medio de la marea de personas que se empujaban para ver a Roberto Carlos, a Raúl, a Beckham, entendí a lo que se refería Nick Hornby en Fiebre en las gradas, esa especie de feligresía que se crea alrededor de 11 hombres que defienden un balón…y a eso se sumaba el hecho de que, fue ahí, en esa celebración cuando por primera vez desde que había llegado a Madrid, me sentía parte de algo relativamente colectivo, que realmente me integró a la ciudad, al espacio físico. Sentí, de pronto, que ya no estaba de paso, ni en tránsito por una ciudad en la que siempre me movía como una forastera. Entonces, me enganché. No hubo vuelta atrás. A medida que se profundizaba mi madridismo, mi relación con los españoles se corrigió. Aprendí a entenderles un poco más. El fútbol, como el arte, la literatura, la música, es una disciplina que además de ser bella en sí misma, habla de las sociedades que lo practican. Es una manera de entender qué tipo de ciudadanía hacemos y construimos. Qué héroes escogemos como propios. De qué forma aceptamos o sobrellevamos la derrota… Así que empecé a escribir primero sobre hinchas de fútbol, sobre mis visitas al Calderón, sobre mis eternas peleas con los viejos del Bernabéu, sobre el sobrecogimiento que me producía ir al Camp Nou. Después de quitarme los complejos –escribir sobre fútbol siempre me ha parecido complicado-, me metí de lleno a escribir sobre la práctica futbolística en sí misma, pero lo que me fascinó, y me sigue fascinando, es ese anillo ciudadano que rodea al fútbol. Por ejemplo: no te voy a negar que ver un regate de Messi en vivo y directo es increíble, pero verlo en el Camp Nou, con la fuerza que tiene ese campo, con una grada como la culé, es completamente distinto. Le añade ingredientes. Lo bello se hace más bello. Adquiere más información (por cierto, se habrán dado cuenta de que no soy anti culé… de hecho, los madridistas dicen que no soy una verdadera madridista por eso, pero bueno… esa ya es harina de otro costal). Imagínense una disciplina que hace la grada de Anfield cantar como lo hacen. Es, como dice Juan Villoro en Los once de la tribu, un trance, algo que nos devuelve a lo primitivo en su expresión más sana, quiero decir. Eso es fascinante.
EEA: Las décadas de 1980 y 1990 podrían denominarse la última era del fútbol clásico, ese capítulo del tiempo donde la tecnología no tenía que interceder en una decisión límite sobre una falta, un gol, o en una conversación entre un árbitro y un jugador que nadie escuchó, pero que todos intuyen nada bueno se dijo. ¿Cómo ves la entrada al campo de tecnología que para algunos desmitifica un juego donde lo que pudo ser es uno de los atributos para soñar en este deporte?
KSB: Estoy completamente de acuerdo. Creo, sinceramente, que para el fútbol estrictamente técnico sería mucho más provechoso y justo. A Messi por ejemplo, hasta esta semana, le hicieron cuatro penaltis y ninguno de ellos fue pitado. Con una especie de ojo de Halcón eso se hubiese corregido. O la misma “falta” que cometió CR7 con la espalda, ¿se acuerdan? También. Sin embargo, eso le quitaría al juego su necesaria, terapéutica y esotérica práctica de pelear con el arbitraje, de lamentarse por ese córner que nos fastidió el resultado. Si el fútbol fuera infalible, le quitaríamos una buena parte de su artesanal belleza…¡¿De qué discutiríamos en los bares?! Además, le quitaríamos a Mourinho uno de sus temas favoritos: la inconmensurable maldad de los árbitros contra los suyos. Ja. Ja. Ja…
EEA: Luego de la actuación de Venezuela en la Copa América, jugadores que no se habían decidido a aceptar la convocatoria (como Fernando Amorebieta, Julio Álvarez y los hermanos Feltscher) decidieron apostar por jugar con la Vinotinto. ¿Qué opinión te merecen estas convocatorias?
KSB: Me entusiasma, como a todos, y me parece saludable; una cuenta pendiente que había que saldar. Pero también entiendo que muchos jugadores no hubiesen acudido hasta ahora. A ver, creo que el fútbol en Venezuela, insisto, había tenido –y eso no quiere decir que haya cambiado- un juego precario, una concepción demasiado contingente y casi colchonera (perdón a los colchoneros, pero a mí lo de la balada de ‘nos quitaron el partido’ me enfurece). Nos habíamos instalado en la invisibilidad. Para jugadores que tienen que ganarse sus puestos en ligas como la italiana, o la española, o cualquier liga en general pero en especial en las europeas, una lesión supone un riesgo muy grande. ¿Tenía sentido forzarse en esas convocatorias? No lo sé. También es cierto que jugadores como Arango, cuyo mayor repunte con la Vinotinto ocurrió mientras jugaba como titularísimo en el Mallorca, sí lo hizo.
EEA: Viendo la cantidad de jugadores surgidos en la cantera del Real Madrid que han tenido éxito en otros clubes (Soldado, Mata, por ejemplo, entre los más recientes), y viendo cómo la inferior del Barcelona ha sido realmente la base de esta exitosa generación culé, ¿consideras que el conjunto blanco tendría que modificar esa política con los canteranos o sostener la venta de jugadores producidos en sus categorías inferiores para financiar la llegada de estrellas internacionales?
KSB: ¡Ay, no me toques ese tema que me molesto! El Madrid no siempre ha menospreciado a su cantera. ¿Qué fue la quinta del Buitre? O para no irme tan atrás ¿De dónde salió Guti?, por ejemplo. Lo que ocurre es que a raíz del florentinismo, el Madrid contrajo la enfermedad de la billetera, una enfermedad de la que Mourinho y Florentino tienen gran responsabilidad. ¿Era justo, por ejemplo, que Mou humillara a Pedro León de la forma en que lo hizo? ¿Tenía sentido que le llamara a Granero un jugador vulgar? No es que no exista cantera, que… ¿podría ser mayor? Sí. Lo que ocurre es que fue perdiéndose la costumbre de alimentarla, de fortalecerla, porque vender camisetas galácticas siempre será más rentable. Cuando eres un constructor que quiere ganar dinero, te comportarás en función de ganar dinero y no de ganar partidos. Florentino no sabe de fútbol y gestiona al Madrid de la misma forma que lo hace con sus constructoras.
EEA: En las últimas décadas ha proliferado el surgimiento de clubs que, luego de ser adquiridos por jeques e inversionistas multimillonarios, han recortado sustancialmente la distancia que les separa futbolísticamente de los equipos grandes. ¿Crees que este modelo es sustentable a largo plazo? o dicho de otro modo: ¿puede un club pequeño de fútbol desplazar a los equipos históricos, partiendo de argumentos meramente económicos?
KSB: Yo estoy apostando porque así sea, al menos en la liga BBVA. El problema del futbol saudita, o de la concepción saudita del fútbol es: ¿será sostenible en el tiempo? El jeque del City, por ejemplo, pervirtió los fichajes. El caso del Málaga, que es mi favorito sentimental este año en la liga… El Málaga gastó en fichajes más que el Barcelona y el Madrid y ha logrado un equipo que, al menos a mí, me despierta mucha curiosidad y lo digo: me encantaría que el Málaga le pusiera las cosas difíciles a los grandes, de la misma forma en que me gustaría que el City le metiera una paliza al Manchester este domingo (ya esto es personal contra Fergurson, ja ja ja). Lo que sí me preocupa, insisto, de este fútbol manejado por hombres de mucho dinero es la eventual transformación de la práctica futbolística en un franquiciado que beneficie el negocio por encima del juego.
EEA: El fútbol fue progresivamente adquiriendo una identidad profesional, donde el futbolista debe cumplir un rol específico. En este sentido se ha vuelto muy trascendental la figura del Director Técnico, como arquitecto de todo el proyecto a acometer. ¿Ves actualmente que este factor ayuda al espectador a entender mejor el juego y que puede valorar más un partido jugado tácticamente, o consideras que este factor va en desmedro de la vistosidad del juego?
KSB: Pues fíjate que ahí coinciden varias cosas. Un buen director técnico puede hacer maravillas, justamente por como ustedes dicen, la profesionalización de la actividad y la concepción de juego y por cómo logre –o le dejen- hacer su trabajo. En otras épocas, el técnico lo asumía todo: la concepción física del entrenamiento, el trabajo táctico, el trabajo a pie de obra –desde el campo hasta los entrenamientos, ejerciendo funciones tan delicadas que van desde manejar la psicología en el vestuario hasta ser portavoz del conjunto-. Cuando se empezó a descargar al técnico y a especializar las áreas muchas cosas mejoraron. Por ejemplo, cuando los preparadores físicos ganaron más protagonismo, de pronto vimos a jugadores que rindieron mucho más, porque físicamente estaban mejor concebidos. Lo mismo ocurre con el director técnico. E incluso, si me apuran, con el director deportivo, que parece una labor diplomática, de lidiar con la prensa y de hacer de canciller, descarga al “míster” de cosas. Y creo, en ese sentido, que un director técnico afina la estrategia y sofistica la práctica. Todo depende, claro, del director.